Savoir affaire



A medida que iba creciendo, se alejaba progresivamente de los brazos parentales; cultivó su inteligencia a la par que una belleza muy características. De rasgos serenos, nariz perfecta y ojos chispeantes sabía que tenía un gancho irresistible: con las mujeres, para sacar la mayor de sus envidias y con los hombres, para que se arrastraran ante sus pies que, con mucho gusto, siempre supo calzar. Tenía con ello la obsesión por que sonaran al caminar como teclado de ordenador.

No era rica, pero sabía obtener el dinero cuando lo necesitaba: siempre había algún espléndido que, rendido ante sus encantos, daba permiso para seducir a su billetera aún sin llegar en muchos de los casos a probar el carmín de su boca. Y cuando tenía la juventud pero edad suficiente como para que no cuestionaran su mayoría al pedir gin tonics, salió del club de moda para dirigirse en taxi hasta la fiesta. En la terraza del rascacielos más importante de todo Manhattan se iba a congregar la flor y nata de la high society del momento. 

Cuando llegó, casi se para hasta la música, su presencia cautivó hasta a la enemiga más acérrima que allí se pudiera encontrar y el galán más deseado no lo dudó un instante, se fue hacia ella con decisión derrochando masculinidad y prestancia, sin percatarse de que la fortuna de él hacía juego con la gran cantidad de copas que llevaba ella encima. Y justo se da el momento perfecto para el romanticismo: mirándose el uno al otro, dispuesto él a declararle su amor disfrutando de las vistas en el balcón, en un torpe movimiento, todo el glamour calló al vacío en una estrepitosa despedida de la vida. 

Era joven e inteligente, pero no lo suficiente como para respetar el consumo moderado de alcohol...

Comentarios

Mara ha dicho que…
jejeje toda una femme fatale! Un aplauso para ella! jajaja :p
Miguelo ha dicho que…
a una chica hermosa se le perdona todo.

besoss
LOLA GRACIA ha dicho que…
Hay gente que no aprende lo fundamental